Cuando pensamos en la cocina antigua, pocas civilizaciones nos resultan tan fascinantes como la romana. Su gastronomía, rica en ingredientes, técnicas y simbolismo social, no solo alimentaba cuerpos, sino que estructuraba jornadas, jerarquías y vínculos. Aunque muchas de sus comidas ya no se consumen actualmente, la cocina del Imperio romano nos ofrece una ventana única para comprender la vida cotidiana, las costumbres y hasta la política de una de las culturas más influyentes de la historia.
En este artículo, exploraremos las comidas típicas del Imperio romano, tanto alimentos como elaboraciones, para descubrir qué se comía en Roma, cómo se cocinaba y cuáles eran las diferencias según la clase social. Además, si te interesa el contexto más amplio, te recomendamos leer sobre la historia y evolución de la gastronomía, donde verás cómo la cocina romana influyó en la cultura alimentaria europea.
¿Cómo eran las comidas en el Imperio romano?
La alimentación en la Antigua Roma no era solo una necesidad fisiológica: era también un acto cultural y social. Según el catedrático Juan Francisco Martos Montiel y la investigadora María Francisco Fornieles Medina, los romanos dividían su día en tres comidas principales:
1. Ientaculum (Desayuno)
Se tomaba temprano, al comenzar la jornada. Era una comida sencilla, pensada para romper el ayuno nocturno. Consistía en:
- Pan
- Queso (caseus)
- Huevos
- Hortalizas (olera)
- Aceitunas (olivae)
- Vino, ya sea puro (merum) o con miel (mulsum)
Los niños, además, podían consumir dulces o galletas, lo que indica cierta permisividad en las costumbres infantiles.
2. Prandium (Almuerzo)
Hacia el mediodía, los romanos tomaban una comida ligera. No era habitual sentarse: muchos comían de pie o sobre la marcha. Los alimentos eran similares al desayuno, aunque podían incluir:
- Preparaciones frías
- Restos del día anterior
- En algunos casos, platos guisados rápidos
- Era una pausa breve, funcional, sin grandes protocolos.
3. Cena (Cena)
La comida más importante del día comenzaba al atardecer y podía extenderse durante horas. No era raro que en los círculos aristocráticos durara toda la noche, acompañada de música, poesía y vino. Más que una comida, la cena era un acto social y un símbolo de estatus.
Allí se servían varios platos en diferentes tiempos (a veces hasta tres servicios) e incluía desde entradas ligeras hasta carnes, postres y digestivos.
Dietas según la clase social
Como era de esperarse, la alimentación variaba mucho según la posición económica y social:
- Las clases altas podían permitirse carnes exóticas, vinos especiados, pescado fresco y productos importados.
- Las clases bajas, en cambio, recurrían a legumbres, cereales, pan, frutas y vino barato.
- Los esclavos, por su parte, solían alimentarse con sobras, gachas y pan duro.
No obstante, incluso entre los más humildes, la creatividad culinaria era notable. Se elaboraban platos sencillos pero nutritivos y con gran sentido práctico.
Ingredientes comunes en la cocina romana
Gracias a los restos arqueológicos y textos como De Re Coquinaria de Apicio, hoy conocemos bien los ingredientes que formaban parte de la dieta romana:
Cereales y Pan
El pan era fundamental. Se hacía con trigo, cebada o espelta. Había pan para todos los bolsillos: desde el simple panis plebeius hasta elaboraciones más finas y aromatizadas.
Uno de los más famosos es el Panis Quadratus, cuyo aspecto conocemos gracias a las hogazas carbonizadas halladas en Pompeya. Eran redondos, con cortes en forma de ocho porciones y un orificio central para facilitar su transporte.
Legumbres
Lentejas, habas y garbanzos eran la base alimenticia de muchas familias. Se cocinaban en sopas o se trituraban en purés. También se usaban como base del famoso puls, una especie de gachas.
Verduras y Frutas
Muy presentes en todas las clases sociales. Consumían uvas, higos, peras, manzanas, dátiles, lechuga, zanahorias y repollo, entre otras. Muchas veces se aliñaban con vinagre, hierbas y miel.
Aceitunas y Aceite
Las aceitunas eran un alimento esencial, tanto frescas como convertidas en aceite, base de gran parte de la cocina romana.
Carne y Pescado
La carne era símbolo de riqueza. Cerdo, cordero, aves de corral y ternera estaban presentes en los banquetes. El pescado, en cambio, era más accesible y común en todo el Imperio, especialmente en regiones costeras.
Queso, Huevos y Frutos secos
Muy consumidos en desayunos y meriendas. El queso era tanto fresco como curado, y los frutos secos, como almendras y avellanas, se utilizaban también en repostería.
Vino
Indispensable. Se tomaba mezclado con agua, miel, especias o resinas. No beber vino era considerado poco civilizado. Incluso los dioses, como Baco, estaban asociados a él.
Platos y elaboraciones ya en desuso
Aunque muchos ingredientes nos resultan familiares, algunas recetas se han perdido en el tiempo. Estas son algunas de las preparaciones más llamativas de la Antigua Roma:
Puls (Pulmentum)
Una especie de papilla o gacha hecha con cereales o legumbres. Era el alimento básico del ciudadano medio y de los soldados. Se cocinaba con agua y se podía enriquecer con queso, hierbas o vino.
Gustum de praecoquis
Un aperitivo exquisito que combinaba sabores dulces y salados. Preparado con albaricoques hervidos, menta, pimienta, vino, vinagre y salsa de pescado. Una mezcla intensa que, según Apicio, servía para abrir el apetito.
Defrutum
Una reducción de vino cocido usada como condimento. Muy dulce, se añadía a carnes, pescados o postres. Equivalente, en cierta forma, al vinagre balsámico moderno.
Garum
Quizás el más famoso de los condimentos romanos. Elaborado con vísceras fermentadas de pescado, era el “oro líquido” de la cocina romana. Muy caro y apreciado, se fabricaba principalmente en Hispania (actual España) y se utilizaba para casi todo: desde sazonar platos hasta como medicina o cosmético.
Costumbres, banquetes y refinamiento
Los banquetes romanos eran auténticos espectáculos. Los invitados se recostaban en triclinia, compartían platos, escuchaban música y bebían en exceso. Los anfitriones más adinerados ofrecían manjares exóticos: flamencos, lenguas de loro, ostras y vinos traídos del otro lado del Mediterráneo.
El exceso era símbolo de riqueza, pero también de decadencia. En los últimos siglos del Imperio, los banquetes se volvieron sinónimo de derroche y corrupción moral, algo duramente criticado por moralistas y filósofos.
La herencia gastronómica romana
La cocina romana dejó una huella profunda. Muchas técnicas, ingredientes y conceptos fueron absorbidos por la cocina medieval europea y permanecen hasta hoy. El uso del aceite de oliva, los banquetes formales, las salsas, los embutidos y hasta el concepto de menú organizado por tiempos provienen de Roma.
Comprender cómo comían los antiguos romanos nos ayuda a conocer no solo qué ponían en sus platos, sino también cómo pensaban, cómo se relacionaban y qué valoraban. Por eso, estudiar su alimentación es una forma privilegiada de adentrarse en la historia.
Y si te interesa profundizar en este tipo de análisis, te invitamos a descubrir más sobre la historia y evolución de la gastronomía, donde verás cómo la cocina romana se convierte en un eslabón clave de una larga tradición culinaria que sigue presente en nuestras mesas.
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